Convocando valientes
Pensé por horas si debía o no escribir el
presente testimonio de un hecho que muchos escritores vivimos. Para aclarar a
qué me refiero es esa indudable ansia de las nuevas editoriales que cobran
hasta porque ganemos sus concursos literarios. Si ustedes desconocen esto,
déjenme acláralo.
El escritor novel (persona nueva en el arte de
ser escritor profesional, incauto que ama tanto las letras al grado de desear
hacerse un nombre en el mundo de la literatura), viaja por el universo digital
buscando oportunidades para dar a conocer sus obras, ansioso por descubrir su
estilo y confiado en que el mundo de la escritura pueda albergar un lugar para
sus historias, encontrará a su paso un inocente anuncio “Convocatoria para
crear un libro de cuentos”. Las sencillas palabras convocatoria le provocan nervios
y una inmensa emoción por descubrir si un jurado de “expertos” cree que sus
historias son dignas de pertenecer a dicho libor. Ni tarde ni perezoso corre a
buscar manuscritos, lee las bases del concurso y piensa que todo irá bien,
salvo que, un detalle causa sudores fríos, ansiedad repentina y una tremenda
desazón, “Los seleccionados contribuirán con el importe de …”, decir que la
palabra contribución le causa un nudo en el estómago, pensar en que esa
editorial osa decir entre líneas. A los autores que tengan la suerte de que les
diga que han sido tan buenos como para pertenecer a nuestro libro, deberán
pagar dicho honor, porque hoy en día no basta escribir, se requiere pagar para
ver si tenemos el talento de vender historias para que un grupo de personas
organizadas en una editorial obtengan ganancias, que si claro deberé obtener
algo como escritor, pero ellos no confiaran en ti, ni en ninguno de los
valientes que han puesto sudor, sangre y billetes para lograr ese sueño.
Me indigna vivir momentos así, en realidad
preferiría leer convocamos a los interesados en sacar un libro en conjunto con
otros autores para pagar los servicios editoriales, de publicación y demás
insumos necesarios. Qué ha pasado con ese mundo editorial que seleccionaba lo
que se les adaptaba, te hacían luchar por el honor de ganar un contrato, claro
era precario, quizás esclavista, pero al final de cuentas no metían la mano en
tu cartera para obtener una publicación.
Sigo andando en este mundo digital, riéndome de
los tropiezos y luchando al igual que miles de afortunados, descubriendo mi
estilo a modo independiente, buscando lectores que como yo amaron tanto las
letras que al final se convirtieron a sí mismos en tinta para darle vida a sus
elucubraciones.
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